Hoy te vuelvo a escribir y no porque no te haya pensado antes. Hoy te vuelvo a escribir porque te extraño y espero que tú también me extrañes, pero sobre todo porque llevo días pidiéndome perdón por haber sido un cobarde contigo. Sí, tenían razón tú y Mateo, fui un cobarde al huir de ti y del dolor que nos causábamos, fui un cobarde al temer que tus risas sean de burla y no de alegría, llevaba y llevo aún el temor de no ser aceptado, pero ahora lucho contra él y le hago frente. Y entiendo lo difícil que es vivir con miedo a una vez más sentir lo mismo, a pensar que lo bonito que tenemos es pasajero y al final sólo quedará lo amargo, fuimos dos almas atormentadas que juntas encontraban paz, pero que nuestros demonios no nos permitieron verlo bien, recuerdo las veces que te repetía que no tenías que vivir con los temores y que te des la oportunidad de aceptar el amor (lo decía porque yo te amaba, a pesar de no saber demostrarlo) y acepto también que mis acciones quizá guiadas po